jueves, septiembre 14, 2006

Diente de león

“Es un león viejo, se le caen los dientes, pero aún es un león..”
Enrique D., conversaciones sobre Rey Lear.


Umi cocinó un pan porque ya estaba en edad de entenderse con el fuego.
Amasó con la postura del Samurai, lo puso en el horno y se fue a jugar con las gallinas. Regresó corriendo, más tarde, cuando había olvidado el pan por completo.
Lo sacó del horno, estaba inflado y duro. Muy duro.
No pudo cortarlo con la mano como se corta el pan. Tomó una piedra, puso el pan en el suelo y lo golpeó. Se desprendieron algunos trozos. Umi tomo uno y lo mordió. Sintió un temblor en la boca, miró el mendrugo: tenía clavado uno de sus dientes de leche.
Guardó el diente en el bolsillo y escondió el pan en una canasta. Era peligroso, no podía darle un pedazo a Kâze porque podría perder un colmillo y no todos los dientes vuelven a crecer.
Se fue al río a jugar. Regresó con hambre en la oscuridad.
Se sentó a la mesa y se sirvió el arroz. La madre puso en la mesa dos cuencos más y destapó uno:
-Tu primer pan, Umi- Sonrió el padre. Entonces vio un hueco negro en la sonrisa blanca de su padre. Umi se tapó la boca con las manos y sintió la culpa apretadora en su barriga.
La madre tomó el otro cuenco lleno de agua, mojó un pedazo del pan y lo repartió entre los tres.
-Felicitaciones Umi, serás una gran guerrera.